Por Ana Fernández Núñez
En 2015, el Papa Francisco sorprendió al mundo con su encíclica Laudato si’, en la cual, planteó una propuesta cristiana para el cuidado del medio ambiente. El texto cumple dos funciones específicas.
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En primer lugar, concientizar a los católicos acerca del cuidado de la naturaleza y cómo esto se puede hacer desde una perspectiva cristiana, proponiendo una conversión ecológica desde la espiritualidad cristiana como una nueva forma de relacionarnos con la Creación.
En segundo lugar, mostrar a los no católicos que a la Iglesia le interesa la defensa del medio ambiente.
Laudato si’
El Papa transmite, con ideas muy claras, que la lucha ecologista y el catolicismo no sólo no están peleadas sino que ser buen cristiano significa ser responsable del cuidado de nuestra casa común.
«Tenemos que reconocer que no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea».
La primera razón por la que un católico debe cuidar el medio ambiente es porque éste es creación de Dios.
«Dios vio lo que había hecho y era muy bueno» (Gn.1,31). Algo creado por Dios no puede ser objeto de nuestro maltrato. Tendríamos que cuidar la naturaleza sólo por esa razón.
Existe otra razón que nos hace responsables del cuidado del medio ambiente. Dios encomendó a Adán y Eva la gran labor de trabajar la tierra.
«Hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas. Es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a ‘labrar y cuidar’ el jardín del mundo» (cf. Gn. 2,15).
Labrar el jardín del mundo
Por muchos siglos hemos pensado que está en nuestro derecho dominar absolutamente todas las creaturas. Y, lo que es peor, decimos que esa potestad nos la ha dado Dios. Recordemos que labrar y cuidar no son lo mismo que dominar antes de que sea demasiado tarde.
Nosotros mismos somos tierra. Esa humildad, comprendida por san Francisco de Asís es la que ha de motivar nuestras acciones. El Papa habla de este santo con mucho cariño y admiración. No sólo fue quien le dio su nombre al recibir el cargo de Pontífice, sino que le enseñó sobre que el cuidado del débil ha de hacerse con alegría y autenticidad.
La naturaleza no es la excepción. Ante el abuso por parte de los seres humanos, la naturaleza se ha vuelto indefensa. Los recursos que rápidamente se van agotando sin remedio son la consecuencia de un consumo descontrolado y desconsiderado por nuestra parte.
La ecología cristiana no ha de estar motivada por la economía o un amor desordenado a la naturaleza: ha de estar motivado por amor a Dios; por la responsabilidad que Él nos ha confiado; por el hecho de ser creaturas, lo que nos tiene que llenar de una profunda humildad; y por amor a los demás.
Este último punto clama a la caridad. Mientras unos pocos consumen descontroladamente los recursos, millones de otros viven en pobreza extrema sin siquiera lo necesario para vivir una vida en condiciones dignas, otros ni pueden vivir. Esto también nos habla de una urgencia para atender el cambio climático. Por esto el Papa hace dos fuertes llamados.
Los gobiernos han de ver, ante todo, por el bien de la gente. Que sus intereses sobrepasen el bien común es abuso de poder.
Fuentes: Papa Francisco, Laudato si’, (Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 2015)