Por Pbro. Manuel Zubillaga.
Con frecuencia oímos personas que dicen: “En aquel momento, en aquella hora, en aquella situación, sentí como una fuerte llamada en mí, que me ayudó a tomar una decisión valiente”.
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Es la experiencia de cada uno de nosotros. Porque es la vida la que nos forma, la que nos da figura por dentro y por fuera, la que nos llama, a veces nos grita; es la vida la que deja ver anhelos que tenemos, pide dirección y rumbo. Acontecimientos, situaciones, afectos, sentimientos, todos ellos llaman, muchas veces gritan fuerte. También el planeta Tierra, herido y explotado, pide ayuda, grita por la vida.
Sí, la vida es una constante llamada. La vida es vocación. La palabra vocación significa exactamente “llamada”. Somos seres vocacionados por excelencia. Todos somos vocacionados, en todos los momentos y etapas de nuestra vida. La tragedia es no querer oír la llamada, es hacernos sordos; o responder mal a la llamada. El daño puede ser grande.
La llamada de la vida
Entonces, ante las llamadas de la vida, ¿qué hacer? Oír, en primer lugar. Escuchar, descifrar. Estas llamadas llegan a nosotros a través de la conciencia.
La conciencia es el lugar más íntimo de nuestro ser, parte de nuestro cerebro y se encarga de toda nuestra vida. Es el “sagrario” de la persona, de todas las personas. Mucha gente, incluyendo los antiguos pensadores como Sócrates y otros, la llamaron la “voz de Dios.”
De la conciencia nace el sentido de la vida, de ella surgen las grandes opciones y decisiones. La conciencia define nuestro rumbo en la vida, nuestra forma de ser. ¿Acostumbramos prestar atención a las llamadas que vienen desde el interior de nuestras vidas? ¿Damos voz y voto a la conciencia, con el corazón abierto?
Siempre existe el peligro de pervertir la conciencia, para adaptarla a los gustos y disgustos del momento. Podemos caer en el lodo, con nuestras debilidades, pero nunca arrastrar la conciencia al lodo; ella debe ser escuchada, respetada y amada. Ella es la última palabra en nuestras vidas.
La palabra libre y valiente. La conciencia camina por la línea del sentido, no de los instintos. Podemos reconocer en ella la voz de Dios sin decir que una religión, la que sea, es propietaria de esa voz. Todas las personas, no importa si somos creyentes o no, podemos escuchar la voz interior de Dios en nuestra conciencia.
La conciencia también se va haciendo y creciendo. Debemos cuidarla mucho. La conciencia debe ser cultivada siguiendo algunos criterios básicos. Estos criterios son los valores que están profundamente plantados en el corazón de la humanidad, como la justicia, la misericordia, la verdad, la honestidad, la solidaridad, el compartir, la sobriedad, la humildad, el perdón…
Actividad ambiente penitenciario
No te pierdas la actividad:
Foro de la película “Escritores de la Libertad”
Para participar en la actividad es importante que días antes veas la película “Escritores de la Libertad”, ya que en el foro se tendrá un espacio para reflexionarla.
Horario: 18:00 hrs.
Nota: La película la podrás encontrar en la plataforma Netflix y Prime Video de Amazon.