Por Montserrat Riquelme.
Mañana que conmemoramos a los fieles difuntos, queremos citar algunas reflexiones del Papa Francisco acerca de la muerte y la promesa de la vida eterna, para recordar a nuestros amigos y familiares que descansan junto al Padre.
El dolor de la separación
«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?» (Salmo 42) “Esta esperanza, que la Palabra de Dios reaviva en nosotros, nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte: en efecto – precisaba el Pontífice – Jesús nos ha mostrado que esta no es la última palabra, sino que el amor misericordioso del Padre nos transfigura y nos hace vivir en comunión eterna con Él. Una característica fundamental del cristiano es el sentido de la espera palpitante del encuentro final con Dios”.
Jesús sobre la muerte
“Jesús le ha quitado a la muerte la última palabra: quien cree en Él será transfigurado por el amor misericordioso del Padre para vivir una vida eterna y feliz”.
La muerte no es el final
«Las tres dimensiones de la vida, dimensiones que hasta los niños entienden: el pasado, el futuro, el presente. Hoy es un día de memoria del pasado, un día para recordar a aquellos que han caminado antes que nosotros, incluso nos han acompañado, nos han dado vida. Recordar, hacer memoria. La memoria es lo que hace fuerte a un pueblo, porque se siente arraigada en un camino, arraigada en una historia, arraigada en un pueblo. La memoria nos hace comprender que no estamos solos, somos un pueblo: un pueblo que tiene historia, que tiene pasado, que tiene vida. Memoria de muchos que han compartido un viaje con nosotros, y están aquí. No es fácil de recordar. Nosotros muchas veces, estamos cansados de volver atrás y pensar en lo que pasó: en mi vida, en mi familia, en mi gente. Pero hoy es un día de memoria, la memoria que nos lleva a las raíces: a mis raíces, a las raíces de mi pueblo”.